domingo, 22 de septiembre de 2013

De Barbie a mujer

Sé que algún día fui una niña, y sé que hoy soy una mujer. Qué ha tenido que ocurrir para pasar de un estatus a otra, tópicos aparte, es un misterio. Supongo que el tiempo va pasando y de repente un día miras a tu Barbie y piensas: ¿por qué se supone que dirigir la vida de muñecos de plástico es divertido? Y empiezas a dirigir tu propia vida.

Barbie y Ken. Creo que los besos que les obligaba a darse fueron indicadores de mi proceso de "mujerización". Primero únicamente juntaban sus labios. Más adelante hasta les hacía girar ligeramente la cabeza: había descubierto (en la teoría, no en la práctica) lo que era un beso de tornillo. Al final, Barbie y Ken hasta se iban a dormir juntos (eso sí, nunca y digo nunca, mancillaron el lecho conyugal).

Fue algo gradual, paulatino, paso tras paso hasta lo definitivo. Algo así como el amor, que se va filtrando despacio hasta calar hondo. Y parece que toda la vida hubiera sido así... Que ya no pudiera ser de otra manera.

En fin... Cómo empezar a hablar de lo que realmente quiero hablar sin parecer una abuela amargada. Sin caer en la demonización de la juventud que tanto aborrezco. Pero es que a veces, una conversación entre dos adolescentes escuchada fortuitamente en el autobús puede hacerte perder la fe en la humanidad. 

Trece años. Trece. Diez más tres. Siete más seis. Sexo inseguro, drogas, peleas, mentiras. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO? ¿Es que acaso ya no fabrican Barbies? O peor aún, ¿es que Barbie se ha puesto Whatsapp y está demasiado ocupada dándole a la teclita?

Qué desastre, qué calamidad... ¿Por qué alguien no les explica a los niños que tratar de adelantarse a la época más feliz de sus vidas es algo tan sumamente estúpido? ¿Por qué no les enseñamos que, en otras latitudes y por circunstancias mucho más jodidas, hay niños que tienen que dejar de serlo por la fuerza? ¿Por que no encerramos bajo llave algún ratito la Play, el Smartphone, el laptop y toda la parafernalia cibernética y les enseñamos que el azul más bonito es el del cielo, no el del Facebook?

Niños del mundo: disfrutad del recreo. El timbre tocará pronto y ya no habrá excusas que valgan para seguir jugando un poquito más. La vida no espera y tendréis que apechugar. Ahora aún tenéis excusa. Para hacer siesta sin que os llamen vagos, para llorar por tonterías, para armar jaleo y romper cosas. Hasta para hablar demasiado alto en el autobús, tanto, que os oiga alguna periodista cotilla que quiera contar vuestra historia en un blog. Disfrutad de lo que ya no volverá y no temáis: tendréis mucho tiempo para equivocaros, para acertar, para aprovechar, para descartar, para ser felices e infelices. Para vivir cada cosa a su tiempo.



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