lunes, 26 de agosto de 2013

Ni está si se le espera

Te das cuenta de que estás mal, muy mal, cuando éste se convierte en tu himno diario:



Pero como dice la canción, por llamarla de alguna manera, el declive de tu gusto musical también "te da igual".

Estás cansada de recordarte a ti misma lo que está bien y lo que está mal. La has cagado y lo sabes. El orgullo brilla por su ausencia y el "yo nunca" saltó por la ventana hace ya bastante tiempo. Ni está ni se le espera. 

Detestas ese tono reprobatorio de tus seres queridos que, mucho más sensatos que tú, te advierten de los peligros de tu situación. Los detestas aunque sabes que sólo son una décima parte de lo dura que tú serías con ellos y de lo que eres contigo misma.

Porque antes tenías eso que llaman "escala de valores". Más que una escala era una tabla que cumplías a rajatabla. Quien me la hace, la paga. Quien no me quiere, no merece mis lágrimas. Pues que se vaya con otra que le aguante. Hasta aquí hemos llegado. Por ahí no paso. Esto no es jauja. 

Frases invocadas miles de veces. ¿Dónde están ahora?

No hay sitio para ellas. Donde manda patrón, no manda marinero. Y el timón lo ha tomado Eso. Lo más grande. Ello. Todo lo conduce, todo lo tergiversa. Tiene el mando y lo sabe. Convierte lo intolerable en excepción, la excepción en normalidad y la normalidad en rutina. Te hace sentir como una estúpida con su velo de irrealidad. El velo que te han contado que ciega, pero que en realidad transforma. Como unas gafas 3D pero al revés. Lo que cambia no es lo que ves tras ellas, sino tú misma. Y resulta que aquello tan horrible que sucedió aquel día ya no importa tanto. Que lo de ser fuerte y aguantar el tirón es un lastre insoportable y aburrido. Que el orgullo sirve para poco más que para perderse buenos momentos que puede que tengan un lugar, un tiempo, y que si no, no vuelvan a ser más.

Y decides vivirlos. A pesar de que te sientas muy tonta en muchas ocasiones porque lo que haces no es doloroso, al menos no tanto como el no hacerlo. Es el camino fácil, y te han enseñado que las cosas bien hechas son las que requieren esfuerzo y sacrificio. Que la letra con sangre entra y todo eso. 

Pero a ti ya todo te-da-igual. La letra ya te la sabes. Los sacrificios son para los mártires. Y el esfuerzo lo haces cada día. Esperas paciente a que la marea baje y te deje donde estabas. Aunque de momento te retiene bajo su influjo, en contra a favor de tu voluntad, no te arrastra. Te preparas para remar, y algún día lo harás. 

Pero ahora, relájate. Déjate mecer por esa ola que no volverá.


domingo, 18 de agosto de 2013

Dejen salir antes de entrar

Querido desconocido,

Ven ya, te lo suplico. No será fácil, te lo advierto. Verás el miedo en mi mirada y la duda en mis palabras. Tendrás que disipar sombras, deshacer pesadillas, curar heridas y espantar fantasmas. Quizá incluso alguna vez, estúpida de mí, te pediré que te esfumes. Pero quédate, por favor. Dime que te quedarás. Al menos el tiempo suficiente para conocerme de verdad. Dime que asumirás el reto, que me esperarás como yo supe esperarle. Que me devolverás la paciencia que se me agotó en otro viaje.

Querido desconocido, prometo descorrer el cerrojo de esta pesada puerta, pero tú tendrás que hacer el resto. Es una puerta vieja, pesada, cansada y, me temo, atascada. (Pista: quizá sólo necesita una mano de barniz y algo de 3 en 1).  

Querido desconocido, te daré todo lo que tenga. Quizá no sea todo lo que te mereces, y la culpa no será tuya, ni mía, ni suya. Pero te ofreceré lo que me quede, y eso, créeme, será mucho para mí. Te querré mucho, eso lo sé, pero no me preguntes si tanto como a él. No me obligues a mentirte, no me obligues a decirte la verdad. 

Querido desconocido, dicen que hay que dejar salir antes de dejar entrar. Pero intenta al menos pasearte por aquí mientras espero, mientras esperamos. Sé mi reclamo, mi gancho, mi otro clavo. No es justo, nunca lo es, nunca lo fue. Pero valdrá la pena, eso también lo sé.




jueves, 1 de agosto de 2013

Volvemos en... 21.600 minutos!

El blog cierra unos días por vacaciones, y mi cerebro, pues también. Me voy a 40 km de la ciudad. No cogeré ningún avión, ni portaré enormes maletas. Sólo una, grande, porque soy una trastera sin remedio, pero una. Mi corte real particular formada por pájaro, reptil y felino. Muchas ideas en mi cabeza a las que espero darles forma en estos días de desconexión. 

Me voy a una casa más vieja que el tiempo, en la que han vivido y dejado de vivir cuatro generaciones de mi familia. Con telarañas, paredes que se desconchan y algunas otras incomodidades que son las que le dan la gracia al asunto.

Me voy a no pensar, y no pensando, espero poder llegar a pensar con claridad. Me voy a leer, pero sobretodo, a escribir. 

No te pongas celosa, mi querida Valencia, volveré muy pronto porque, entre tú y yo, el retiro está bien, pero mi hogar es tu asfalto. 

¡Feliz mes de agosto!