miércoles, 28 de mayo de 2014

La última historia

A algunas personas les consuela escuchar música en la oscuridad. A otras, atiborrarse de helado a cucharadas soperas. Hay a quien le da por el running, o incluso por aporrear y ahogar gritos en almohadas.
A mí lo que me ha consolado siempre son las letras. Me gusta consumirlas, necesito producirlas. Sí, las letras son mi consuelo. Que unas puestas detrás de otras compongan un sentido que me resulte familiar, o que me sea tan ajeno que me despierte un hambre voraz.
Un poco de las dos cosas me despertó una frase que llegó a mí por casualidad, que es la manera más común que tienen de llegar las cosas buenas.
“Tu pasado es sólo una historia”
Algo de mí quiso aferrarse a ella, celebrarla como si fuese un gol de mi equipo o, mejor aún, una victoria propia.
“Sólo una historia. Claro. Ya está. Puedo cambiarla cuando y como quiera. Inventar un nuevo argumento para que otra historia empiece y el pasado sea sólo eso, historia.
Porque al final la vida es eso. Cosas que te pasan en un momento que se llama presente. Y en el presente crees que te mueres, pero luego llega el futuro para reírse de ti con una mueca burlona que dice “¿De verdad creías que eso te mataría?”.
Porque al final todos huimos de algo. De personas o de nosotros mismos. De palabras dichas y guardadas. De letras plasmadas y nunca pronunciadas. Mis letras más recientes han tenido demasiado pasado y pocas historias. Y, ¿quien sabe? Puede que siga siendo así durante algún tiempo más, o siempre. Ellas son caprichosas. Ellas me hacen a mí y no al revés. Ellas, mis letras, han querido trazar este nuevo comienzo que es un punto y seguido. Nunca me gustaron los puntos y aparte, me suenan a abandonar mochilas a su suerte en cunetas cuando, en realidad, la vida sigue después de cada punto. Con piedras y flores nuevas en el equipaje. Hay que llevarlas encima. Son el recordatorio, la huella, la memoria histórica.
Son el último trozo de hilo antes de la siguiente puntada.
Tejetintas es ese maravilloso punto.
Y seguido.

miércoles, 16 de abril de 2014

Diez minutos

Me estaba comiendo una manzana cuando la vi. Sólo tenía permitidos diez minutos de descanso, y mejor aprovecharlos para regalarle a mi cerebro un buen chute de vitaminas. Al otro lado de la ventana estaba ella, de pie cerca de una pared, aprovechando un triángulo de sombra, un verdadero oasis en plena tiranía del sol del mediodía. No parecía estar haciendo nada, o al menos nada importante. 

Llevaba puesto un traje de falda en color crema, zapatos negros lustrosísimos y un bolso de piel de los que ya no hace ni Louis Vuitton. Con su permanente recién hecha, su postura erguida y su mirada atenta consiguió haciendo eso, nada, que una joven apresurada por norma y estresada de serie se parase a reconsiderar unas cuantas cosas sobre la velocidad. Y todo, en el tiempo en que se tarda en comer una manzana.

Porque la anónima octogenaria en la que se posó mi vista durante mi descanso de la pantalla del ordenador estaba, simplemente, haciendo nada. Quizá esperase a alguien, a una hija, un nieto o al destinatario de un amor de esos que ya no existen. Pero, muy probablemente, ni siquiera aguardaba nada. Simplemente, repito, estaba allí sin hacer nada. 

El cielo había amanecido de un azul imposible, la temperatura era agradable a la sombra. Y había tanta vida a su alrededor... ¿Por qué iba a necesitar un motivo para estar allí parada? ¿Por qué iba a desperdiciar el momento ensimismándose con un smartphone? ¿Por qué iba a revolver nerviosamente en su bolso buscando nada, o a hacer limpieza de los resguardos acumulados en su cartera, o a comprobar si había cogido cualquier cosa que realmente no iba a necesitar con casi total seguridad? ¿Por qué iba a enfrascarse voluntariamente en cualquier otra realidad que no fuera la que tenía ante sus ojos? 

Niños jugando, gente paseando, árboles, asfalto, sol, un supermercado, una librería, una parada de autobús, un montón de cajones con fresas, naranjas y cerezas.Vida, sin más.

Ella no parecía estar haciendo nada, o al menos nada importante. Y eso me hizo pensar si no serán las cosas menos aparentemente trascendentales, las verdaderamente importantes. 


miércoles, 9 de abril de 2014

Tu eterna secundaria

- Nunca te enamores de un personaje secundario. Los secundarios vienen, hacen lo que tienen que hacer, y después se van. 

Me lo contó mi amiga hace unos días. La frase ni siquiera era para mí, formaba parte de otra historia porque supongo que una frase así le hace falta a mucha gente. La premisa es sencilla. Si te enamoras de un personaje secundario estás abocándote irremediablemente al sufrimiento. Éste terminará por irse, porque en su naturaleza misma está el no quedarse para siempre en tu historia.

Por eso, no te enamores nunca, nunca, nunca, de un personaje secundario.

¿Nunca? Asegurarse el nunca no es tarea fácil. Nadie tiene un detector de secundarios e incluso si en algún momento intuimos como un chispazo la fugacidad de la existencia de esa sonrisa, de esa mano sobre la mano o del tacto de ese pelo, entonces nosotros mismos cambiamos voluntariamente el curso de nuestra historia y le damos a ese secundario un papel protagonista. Y así sucede. Yo, que cada vez creo menos en lo de que todo está escrito y creo más en que lo que haces (y sobre todo lo que no haces) es lo que escribe o deja de escribir páginas, no fui la primera ni seré la última en regalarle el protagonismo de mi vida a un secundario. Él protagonizó mis pensamientos todo el rato, mis sueños a veces, y mis miedos siempre. 

Porque perderse en el engaño es sencillo, casi plácido. Es como remar a favor del viento. Como seguir confiando en que el malo de la historia no puede ser, de ninguna manera, ese personaje tan simpaticón del que ya empezaste a sospechar levemente en las primeras páginas de aquella novela policíaca. Pero la verdad, aunque no te la quieras creer, siempre se abre paso, y lo que tiene que acabar, acaba. Yo, personalmente, sólo creo en los finales buenos. 

Y la cosa es que... un secundario siempre será un secundario. Podrá adorarte a la luz de mil estrellas, las mismas que mirarás con nostalgia en la soledad de otro momento. Podrá quererte tanto como tú le querías, e incluso deseará con todas tus fuerzas cambiar el curso de su historia y que tú seas su protagonista. Podrá estirar como un chicle su existencia a tu lado o podrá, simplemente, ansiar llegar hasta ese último "Fin".

Pero ese sería otro libro. No el tuyo, no el suyo. No el vuestro.



Por suerte, al final siempre llega la ola buena. Sólo hay que tener un poco de paciencia...

domingo, 9 de marzo de 2014

La fauna de la mascletà. Propuesta de Clasificación.

Valencians, ja estem en Falles. O lo que es lo mismo, queda oficialmente inaugurada esa maravillosa época del año en la que la Ciudad del Turia se transforma en una jungla donde impera el caos y en el reino mayor del "todo-vale". Pero, ¿y lo bien que nos lo pasamos?

Que si cortan las calles muy pronto. Que si se ha perdido el espíritu crítico de los monumentos. Que si Valencia entera huele a la fritanga de las churrerías (en serio, ¿qué pasa con las churrerías? No las he contado, pero así a ojo me da a mí que salimos a 3,5 "establecimientos" por persona). Que si "las-fallas-son-para-los-falleros",que monopolizan la fiesta y los cubatas debajo de las carpas... La fiesta josefina tiene defensores y detractores. Pero si hay un evento, multitudinario donde los haya, que aglutina al 90% de los valencianos y (casi) consigue el consenso entre todos los ciudadanos, es la MASCLETÀ.



Mascletà. Ese acto de fe puro y duro. Ese masoquismo intrínseco del ser humano que nos lleva a concentrarnos en una plaza cual latas en sardina durante una media de 20 o 30 minutos, mucho más para los que quieren salir en Canal 9 Levante TV aplaudiendo al "senyor pirotècnic". Podríamos definir una mascletà como un intenso espectáculo pirotécnico no apto para sensibles de oído. (Nota: Querido turista de piel rosácea con sombrero de Coronel Tapioca y chanclas con calcetines, si te asustas con un simple petardo, no te dejes caer por la Plaza del Ayuntamiento a las dos de la tarde. Si te tapas los oídos, morirás crucificado). 

Pero no nos engañemos, para los valencianos, una mascletà es mucho más que disfrutar del "terratrèmol final". La mascletà es un auténtico acto social. Un evento que aglutina durante 19 días a lo mejor de casa. Un verdadero documental si lo televisaran enfocando a la gente, en vez de a las carcasas. Y si ese documental sobre los asistentes a las mascletàs viera la luz algún día, sin duda se distinguirían entre la muchedumbre a varios tipos de inconfundibles e indispensables personajes. He aquí un repaso a los más característicos y con más solera de nuestra tradición más ruidosa y querida.

- El porrero. El primero de nuestra lista. ¿Por qué? Porque acudir a una mascletà y no detectar en el ambiente un indudable aroma a marihuana es algo del todo imposible. Vamos, que si consigues terminar una mascle sin que esto haya ocurrido, puedes ir al Guiness y registrar el récord. El porrero es una persona de una edad que oscila entre los 15 y 30 años, alguien que ha tenido toda la mañana para fumarse un canuto pero que se ha aguantado las ganas hasta las 14.00 para disfrutar de esa impagable experiencia de que el humo de su porro y el de la pólvora de la mascletà se fundan en uno solo. Pura poesía.  El fallero porrero tiene una variante muy extendida también. El abuelo del puro. Porque disfrutar de un purillo leyendo el Marca está muy bien, pero como fumárselo durante la mascletà, no hay nada, oiga.


- La pija (también conocida como "me pongo tacones y me pinto como una puerta porque a mí la mascletà me la trae floja, yo lo que quiero es lucir palmito"). La pija no puede faltar en una mascletà. La reconocerás por plantarse a tu lado con unas botas o zapatos con tacón de 10 cm mínimo, por su maquillaje tipo máscara, sus abalorios y sus litros de perfume (que, en los peores casos, te hace desear que alguien encienda un porro). La pija aguanta estoica los 20 o 30 minutos de rigor antes del aviso a coro de Rita y las falleras mayores. "Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà". Y la pija saca de su bolso unas gafas de sol como un castillo y aguanta el espectáculo sin pestañear, sin sudar y, por supuesto, sin quejarse de los tacones. A ti, mientras, te sobra el pañuelo de fallera, la camiseta interior, los calcetines y hasta las bragas. "Sí que fa calor, sí, xiquetaaaa", te dirá algún abuelillo del terreno al ver los gotarrones caer por tu frente y tus mejillas incandescentes cual Gusiluz.

- La choni-pandi. Porque donde hay una choni, hay dos, o tres, o quince. Las reconocerás... ya sabes, por el leopardo, el eyeliner de a palmo, el rubio ceniza, o las prendas de pelo. Una choni en una mascletà se crece. Si ya en su día a día, no suele caracterizarse por la finura de sus modales, el caos propio del evento fallero por excelencia multiplica por mil sus empujones, sus conversaciones a un tono tan alto que se escuchan en la Renfe, sus "eh nano", y sus ganas de liarla parda en general.

- El grandullón. Dícese del ciudadano "más alto que un pino y más tonto que un pepino" que se te planta delante en todas, todas, TODAS las mascletàs. Vale, que tú superas por poco el metro y medio de estatura, pero es que los tío-armario te persiguen. Te buscan, te huelen. Y cuando te encuentran, se te ponen delante y aseguran su posición poniendo los brazos en jarra. Si consigues llegar al segundo aviso sin que un gigante decida situarse enfrente de ti, no cantes victoria. Puede que ese aparentemente inofensivo calvito de 1.70 que tienes delante esté a punto de subir a horcajadas a su hija pequeña, que lleva taladrándote el oído con su "no voy a ver nada, papi", durante los últimos minutos. 

- Los correprisas. Esos valencianos de la terreta que han conseguido levantarse de la cama tras el desfase verbenero de la noche anterior. La cassalla y los cubatas aún inundan sus venas en un nivel que desintegraría un alcoholímetro. Pero la mascle es sagrada. Por eso han hecho un esfuerzo sobrehumano de levantarse a la una y media y conducir sus motos tuneadas hasta Plaza España. Los reconocerás porque se suelen mover en parejas o tríos. Avanzan entre la multitud apartando a la gente a codazos (sobando algún culo que otro si viene de paso la cosa), y pretendiendo llegar a la primera fila de la mascletà cuando a las dos menos cinco aún ven a Rita como un puntito rojo en el balcón (que están a tomar viento, vamos). Lo pretenden y lo conseguirán. Tú nunca lo verás, porque eres demasiado pringado educado como para colarte entre la gente, pero los tres correprisas (uno de ellos irá necesariamente hablando por el móvil con un cuarto correprisas al que se le han pegado las sábanas y aún está aparcando la moto) alcanzarán las primeras filas justo dos minutos antes de que el pirotécnico prenda la mecha de la traca. Una verdadera hazaña que compartirán en Instagram junto a un selfie de caras sudorosas y ojeras hasta el suelo. Y sólo entonces podrán empezar a silbar como si no hubiera un mañana, porque serán las 13.58 y el señor Caballer (uno de tantos) estará distraído charlando sobre el partido de anoche con el policía local de turno.


- La familia feliz. Papá, mamá, y de dos a cinco churumbeles. Son un verdadero equipo y van preparados. Llevan bandoleras climatizadas donde guardan cervecita para los mayores, Coca-Coca para los pequeños, kikos, pipas, chuches y todo tipo de refrigerios para descartar la deshidratación. Ellos sí que saben. Por supuesto, allí donde hay una familia feliz, hay una muralla de dulces angelitos que te tapan absolutamente toda la vista subidos desde los hombros de su padre. Y ése es el momento en el que miras a tus amigas sopesando cuál es la más fuerte de todas y cuál de ellas estaría dispuesta a subirte a caballito cinco minutejos de nada.

- Staff. En esta categoría caben vendedores de "celveza", "cerveza", o "servesa" fría; chonis ligeritas de ropa que menean el culo al ritmo del chunda-chunda, subidas en camiones que publicitan bebidas alcohólicas y otras cosillas; azafatas que reparten churros inflables, gorritos de paja y otras chuminadas varias que tirarás a la basura de camino a casa (no sin antes compartir una foto haciendo el moñas en cualquiera de tus redes sociales)... En fin, aquí cabe todo. Donde hay gente, hay negocio. Y la mascletà es el anuncio más grande del mundo.



Y luego... luego estás tú. Una persona muy rara, masoquista y nostálgica que sólo va a la mascletà para disfrutar de cinco minutos de frenesí pirotécnico. Sólo eso. Cinco minutos que, con suerte, acabaran con una buena apoteosis que te dejará las manos rojas de aplaudir pero que, en el peor de los casos, te hará volver a casa decepcionado. Entonces tendrás hambre, estarás bañada por el sudor, con la sesera recalentada y al borde de la insolación. Tendrás hambre y aún te quedará la vuelta a casa andando (asúmelo, el autobús y el metro son para los valientes, para los que no aprecian su vida y no les importa morir aplastados en el transporte público, así, de la manera más tonta). Estarás cansada por el pateo de la ida, con los riñones de una pieza por la espera, con una tendinitis en el cuello por estirarte para intentar vislumbrar algo y, probablemente, te estarás meando a causa del botellín de agua que te has bebido tratando de evitar la deshidratación. 

Pero no passa res, xicona, porque son Fallas y el masoquismo sólo acaba de empezar. Quedan los pateos por el Carmen en busca de una verbena molona, las carreras por la Alameda detrás de los borrachos calcina-piernas, los apretujones para conseguir ver de cerca alguna de las fallas de Secció Especial, los churros aceitosos y kebabs a altas horas de la madrugada. Queda lo mejor.

VISQUEN LES FALLES, XÈ!!








martes, 4 de marzo de 2014

Cara

Te dejaste una moneda en el bolsillo de mi abrigo. Esa que nunca nos cansamos de lanzar. Cruz. Cruz. Cruz. Mil veces y siempre cruz. Nos volvimos adictos a lanzar esa moneda como otros se enganchan al Scrabble, al billar o a la droga más dura.

¿Por qué dejar de lanzarla al aire, de disfrutar de ese plácido intervalo de dulce incertidumbre, cuando aún no era cara ni era cruz? ¿Y si guardábamos la moneda justo antes de lanzarla por última vez? ¿Y si esa última vez, pobres ignorantes, era la vez que, por fin, saldría cara?

No podíamos arriesgarnos a no ser felices pudiendo, simplemente, sobrevivir siendo infelices.

Y así seguíamos, sobreviviendo, porque vivir hubiese sido demasiado fácil, porque para vivir no hacía falta lanzar monedas. Y así seguíamos, adictos al azar, sabiendo que tras cada cruz volveríamos a estar, aunque continuaríamos sin ser. 

Nunca fuimos y da igual. Tu moneda con cara y cruz se movió una vez más, del bolsillo de mi abrigo a algún oscuro rincón. Y en ese bolsillo ahora habitan el mar, la libertad y la paz concentrados en el tacto rugoso de una concha que sólo puede ser una concha. Que sólo puede ser cara.


domingo, 2 de marzo de 2014

Dos naranjas

No me gusta nada la idea de ser la mitad de alguien. Menos aún que alguien sea la mía. La vida ya está hecha de demasiadas mitades, empezando por nosotros mismos. Somos mitad miedo y mitad valor, mitad fe y mitad desesperanza, mitad luz y mitad sombras. Consciente o subconsciente. Cabeza o corazón. Sí o no. Ahora o nunca. 

Prefiero más bien que alguien entero se tope con mi entereza por casualidad. 

Todo lo demás es sumar mitades, reunir fracasos, cargar de piedras ajenas la espalda ya cargada de las propias. Puede resultar agradable a veces, sobre todo si es a ti a quien le toca descargar parte del peso en alguien que, a priori, puede parecerte más robusto. Puede resultar apacible, confortable. Pero nunca sale bien. Porque a lo largo de la vida nunca nos tropezaremos con una mitad como la nuestra.

Todo lo demás es un refugio, no una casa.


refugio.
(Del lat. refugium)
1.m. Asilo, acogida o amparo.
2.m. Lugar adecuado para refugiarse.

Como el roble del bosque, tú eres mi parte, yo soy el todo.


lunes, 27 de enero de 2014

La chica que les sonreía a los perros

- ¿Por qué siempre les sonríes a los perros? Ellos no lo entienden...

Se encogió levemente de hombros y puso esa mueca arcoíris que tanto le gustaba. Arcoíris porque era un poco rojo duda, un poco amarillo inocencia y un poco añil sabiduría.

- No sé... Creo que los animales tienen un alma especial.

- ¿Tú crees en el alma?

- ¿Tú no?

Ahora el que se encogió de hombros fue él, pero había mucha más ignorancia y torpeza en su gesto que en el de ella.

- Entonces tampoco crees en el amor. Una lástima...- musitaron sus labios vistiendo el silencio.

- Sí, claro que creo en el amor. Ya he estado enamorado antes.

- ¿Cómo lo explicas si no es con el alma? Creo que no nos enamoramos de las personas, sino de las almas. O mejor aún, las almas se enamoran entre ellas. A veces las personas podemos seguirlas, pero otras no. ellas van por libres. Por eso hay amores que no entendemos, que detestamos incluso, que nos encadenan, que nos hacen infelices. Nosotros no queremos estar ahí pero, sin querer, lo estamos. 

- Pero...

- ¿Sabes? Dicen que el amor es ciego, pero en realidad sólo finge serlo. Hace como que no se entera de la imperfección, del dolor, de todo lo que pesa y ensombrece.

- Sí...

- El alma, las almas... Son ciegas, sordas, mudas. Hablan sin hablar y sólo saben dar.

- Algo así como los perros... -sonrió él.

- Algo así.


"El mundo giró para juntarnos el uno al otro, giró sobre sí mismo y dentro de nosotros, hasta que por fin nos juntó en este hermoso sueño".

domingo, 5 de enero de 2014

Tu novia mayor

Que estaba yo pensando que, en este boom absurdo de la telerrealidad que vivimos, ¿por qué no crear un nuevo programa de televisión para hacer que las relaciones amorosas funcionen? Ya hemos tenido vagos encerrados en una casa de lujo, famosos casposos luchando contra mosquitos asesinos y la desnutrición en islas recónditas o frikis de pueblo que buscan pareja avalados por sus queridas mamás. Tenemos chonis y canis poligoneros que hablan de amor (cuando deberían llamarlo sexo) subidos en un trono (de la vergüenza), aspirantes a cantantes, modelos, cocineros, acróbatas de circo o lo que sea, que venden su dignidad delante de jueces redichos y más-tontos-que-mi-culo a cambio de poder alcanzar la fama.

Y luego está "Hermano Mayor", ése programa donde un chico malo reformado hace las veces de mentor y psicólogo para domar (literalmente) a auténticos salvajes adolescentes que te hacen querer y agradecer a tus padres hasta el infinito y aumentan tu ego de hija hasta el nivel perfección. Pues bien, el mencionado programa nos ha dado una idea. Y digo nos, porque este post no tendría sentido sin La Chica de Los Jueves. Ése universo mágico de ironía, desesperación y risas que se crea cuando estamos juntas, dio luz a esta idea hace unos días. Y, cómo no, era Jueves.



Al grano. "Tu Novia Mayor". Programa en horario "prime time". Labor social imprescindible para guiar a los hombres de España con el objetivo de que consigan entender a sus novias, no-novias, mujeres, amigas-con-derecho-a-roce (espera que me parto un rato), o lo que sea.

La cosa empezaría con el chico protagonista (en adelante Macho Alfa) tirado en el sofá viendo un partido de fútbol de tercera regional, de esos que se ven por inercia, más que por vocación. Al otro extremo del salón, un móvil de última generación más grande que un castillo vibra varias veces y la lucecita LED no deja de parpadear. Macho Alfa lo oye, lo mira y sigue a su rollo como si nada. Y entonces irrumpe en escena la Novia Mayor. La Novia Mayor es una tía de 30 y pico años que ha decidido utilizar toda su rabia y despecho almacenados a lo largo de dos décadas de príncipes rana y chascos monumentales, para hacer algo bueno y útil para la sociedad. Es una tía guay, y aunque no es lo que se diría un "pibón", tiene ese magnetismo que dan la madurez y la seguridad en una misma. Más o menos como Pedro García Aguado, que aunque calvo y madurito, tiene un rollazo interesante.

- ¿Pero qué haces?-empieza a gritarle a Macho Alfa. ¿Es que no vas a contestar? Seguro que es ella, que está preocupada, y tú ahí, viendo la tele como si nada.

- Eh, tía... no me rayes. Ya contestaré luego. Además, así es mejor, que me eche de menos, así luego me cogerá con más ganas... Hay que ir dándoles miguitas de pan, pero si les das demasiado la has cagado, te cogen por los hue...


- ¿En serio? - interrumpe la Novia Mayor, escandalizada. Lo ha visto todo en materia de hombres dejados y pasotas, pero esto es el colmo. ¿Es eso todo lo que has aprendido de las mujeres? ¿Es que no sabes nada sobre nosotras? Vamos, hombre, que ya tienes veinticinco años, machote...

- Pff... - es el único sonido que sale de la boca de Macho Alfa como respuesta.


Llegado este momento, comenzaría la terapia. "Macho Alfa está cagándola cada vez más en su relación y está a punto de volver a la soltería por la puerta de atrás. Es necesario que se dé cuenta de sus errores y asuma la responsabilidad de su noviazgo", narraría la voz en off de la Novia Mayor.

Terapeuta y paciente se desplazarían entonces a algún sitio emblemático de la ciudad donde se esté grabando el programa. Si fuera Valencia, sería sin duda la Ciudad de las Artes y las Ciencias, símbolo del postureo donde los haya, que aunque se esté cayendo a trozos (ole tu estampa, Calatrava), vende mucho.

- Vamos a hacer un ejercicio, ¿de acuerdo?, comenta la Novia Mayor junto a una chica anónima con cara de pocos amigos. Vas a intentar averiguar qué le pasa a esta joven. Actúa como si fuera tu novia, ¿vale?

- Pos vale- dice Macho Alfa aproximándose tímidamente. ¿Qué te pasa?-musita mirando al suelo. No conoce de nada a la muchacha, pero definitivamente, hay algo en su expresión furibunda que le recuerda a su novia cuando se cabrea.

- NADA. No me pasa NADA- contesta la chica con los ojos inyectados en sangre.



- Bueno, pues nada... Y Macho Alfa se encoge de hombros mirando hacia la Novia Mayor.

- ¿Eso es lo que te importo? ¿Es que no me conoces en absoluto? Parece mentira que me preguntes qué me pasa y te quedes tan pancho... Tú sabrás lo que... bla, bla, bla,bla....

Una bronca monumental le llueve a Macho Alfa, que una vez más, no entiende nada.

- Se pone igual que mi novia... Si preguntas mal, y si no lo haces, peor. No hay quien las entienda...

La Novia Mayor dibuja una sonrisa que parece decir "Ay-madre-mía-como-está-este-de-verde...", lo coge por los hombros y ambos se alejan juntos para seguir con la terapia.


Días después, la tenaz Novia Mayor, en su impagable tarea de ayudar a Macho Alfa a recuperar su relación y su vida, lo abordaría en una de sus quedadas con amigos. 

- Hola. Vaya, veo que has decidido volver a salir con tus amigos por tercer día consecutivo. ¿Cuándo vas a tener tiempo para ella? ¿Cuándo vas a dignarte a llamarla? ¿Es qué crees que puede hacerlo todo ella sola? Se necesitan dos personas para tirar del carro, querido... Vamos, llámala ahora mismo. 

- Que no, que estoy aquí muy entretenido con mis colegas, luego si eso...

- Que la llames. O mándale un Whatsapp al menos. Venga, va, llámala.

- Que no, joder, que nooo. Déjame en paz, payasa.

La cosa empezaría a ponerse tensa. La Novia Mayor sería cada vez más dura y exigente, y el pobre Macho Alfa acabaría por salir corriendo despavorido, en un intento vano por escapar de la terapia y de sí mismo. Pero la Novia Mayor, más chula que un ocho, lo alcanzaría conduciendo su New Beetle y lo detendría en seco cogiéndole por los hombros.

- No puedes seguir huyendo, Macho Alfa. Tienes que pensar en ella. Ella sólo quiere ayudarte... Tienes que llamarla y quedar con ella ahora.

- Pero, pero es que... pero es que aún no he terminado de comentar todos los partidos de la Premiere League con mis colegaaaas....- y los gritos de Macho Alfa se romperían en un llanto desconsolado sobre el hombro de la Novia Mayor. Yo sólo... yo sólo quiero hacerla feliz pero no sé cóoomooo.... Snif.

- Venga tío, ya pasó.

Y dos o tres milagrosos ejercicios más bastarían para hacerle entender a Macho Alfa cuáles son las necesidades de su pareja, lo que se debe y lo que NO se debe hacer. Así de simple. 


"Macho Alfa ha conseguido comprender la realidad de la situación y está dispuesto a corregir su actitud y empezar a considerar más los sentimientos de su novia. Pero para asegurarme de que no vuelve a las andadas, tengo que conseguir que repudie su anterior comportamiento", apuntaría la Novia Mayor.

Sentados en una terracita muy cuqui y con el móvil delante, la Novia Mayor proseguiría:

- Quiero que veas los últimos Whatsapps que le has mandado a tu chica...

Macho Alfa observaría con curiosidad primero, resignación después y tristeza por último, una larga lista de emoticonos insulsos como el de un pulgar hacia arriba, una carita sacando la lengua, unas "ZzZz" para las buenas noches y, OH-DIOS-MÍO, la mierda sonriente. ¿En qué momento le había puesto a su querida novia un emoticono de una mierda? ¿En qué se había convertido?


La Novia Mayor, percatándose de las lágrimas asomando a los ojos del chico, hurgaría en la herida como debe hacer cualquier presentador. Porque no hay nada que venda más en la tele que un par de lagrimones de los de verdad, de esos que llegan hasta el final de la mejilla. 

- ¿Entiendes ahora, Macho Alfa? ¿Cómo te sientes al ver tu comportamiento?

- Mal. Avergonzado- acertaría a articular el pobre Macho Alfa, en adelante, Hombre-como-Dios-manda, que se reuniría entonces con su emocionada y agradecida novia. 

- Nos has cambiado la vida, gracias Novia Mayor-diría ella.

Y con un fondo musical e imágenes alegres de la feliz y renovada pareja corriendo por los jardines de Viveros, terminaría el programa. Un nuevo éxito de la Novia Mayor telerradiado a las novias insatisfechas de toda España que no dudarían en coger el teléfono para pedir aparecer en el programa. Un pelotazo que incluso podría tener su versión "Novio Mayor" para enseñar a las chicas a respetar el espacio de sus chicos, a ser menos exigentes y más relajadas. Porque no sólo ellos son los responsables de torpedear relaciones con un "necesito tiempo" o un "es que no estoy preparado". También las mujeres lo complicamos todo demasiado con ese ovillo de lana que son nuestros pensamientos. Vamos, que se confirma mi hipótesis inicial. El mundo necesita un programa así. Triunfadores/as del mundo, personas con relaciones que FUNCIONAN, gente feliz sentimentalmente en general... Iluminadnos con vuestra sabiduría. Sed nuestr@s Novi@s Mayores. 



¿Qué? ¿Lo vendo a Mediaset?

miércoles, 1 de enero de 2014

La vida al revés

Tuya, sinceramente...

No me queda mucho más ya que decir, si acaso despedirme de ti con alivio y, por qué no decirlo, cierta tristeza. Has sido duro, amigo, tanto que me has nublado la sonrisa en muchos momentos, aunque me has recompensado con felicidad pura en otros. He tenido que apretar los dientes, que confiar en que todo saldría bien y, sobretodo, he tenido que fiarme mucho de mí misma. Porque durante muchos meses tú, querido mío, pusiste mi raciocinio contra las cuerdas y lo reduciste a cenizas. Entonces nos quedamos solos mi corazón y yo y, créeme, no fue fácil hacerle caso a ese cretino... Pero bueno, creo que iba a despedirme, y ahí va... Por suerte es un hasta nunca. Por suerte nunca te olvidaré.


Todo acabó como estaba previsto que acabara. Y, sin embargo, me pregunté una y mil veces por qué. Y quise pasarte de largo, olvidarte y enterrarte. Un mal año...


Todo continuó así. Él y yo. Nos tocábamos con los ojos y nos besábamos con las manos. Y fue bueno y malo al mismo tiempo. Fue plácido y perturbador. Y tú, amigo mío, nos dejaste ser. Y existimos algo más de tiempo de lo que debíamos existir.


Todo empezó con un castillo con puente de madera, vigas de papel y cimientos de hormigón. Daba igual cuántas veces se cayera, la estructura parecía inalterable.


Queridísimo 2013...