sábado, 21 de julio de 2012

Corto y cie... abro

Y un día de esos en que sueles pensar "hoy va ser el día menos pensado", llama a tu puerta la puerta del pasado. Y te aterras. Y la abres. Y te vuelves a aterrar. Y puedes cerrarla, aún estás a tiempo. Y tú, sabiéndote idiota, cada vez la abres más. 

Ya han pasado muchos días, y la puerta sigue igual. Ahora no solo no quieres cerrarla, tampoco puedes. Esta falcada, inmóvil en su lugar. Para que entre el viento, la nieve, la lluvia, pero también el sol, la brisa, la vida. 

Ciérrala. Ya te has arriesgado bastante. Te lo dicen, te lo dices, y de nada sirve. Ahí está, abierta de par en par, esa puerta que ya cerraste entonces a trompicones. No era verano, ni invierno. Ni primavera ni otoño. Apenas un milímetro más cerrada cada día. Sostenido en el tiempo, ese fue el imperceptible y agotador esfuerzo que cerró la puerta de aquel presente que se convirtió en pasado y, ahora, lo sé, es mi futuro. Esa puerta que solo podría cerrar una vez más. De un empujón muy muy fuerte, que la sellara para siempre. Esa puerta que, lo sé, jamás volveré a cerrar.