miércoles, 22 de junio de 2011

Fantasmas

Una vez más, las palabras de Elvira Lindo en su artículo "Periodistas", me han salvado del pesimismo total acerca de mi futura profesión. El recorte del periódico cuelga de la pared de mi habitacíón, quiero tenerlo a mano siempre, porque el pesimismo periodístico siempre acecha (me ha sido diligentemente inoculado durante cinco años de carrera universitaria). Algunas de sus frases se han convertido ya en auténticos mantras para mí, que invoco cuando quiero deshacerme de los fantasmas que planean sobre el periodismo actual. 

Fantasmas como que un medio de (in)comunicación utilice el Photoshop para borrar del mapa a algunas de las personas que acudieron a la manifestación 'indignada' del pasado domingo, mutilando por el camino cabezas y otros miembros, y así manipular la verdadera realidad: que fueron muchos más que cuatro perroflautas proetarras los que salieron a la calle. Otros medios han comparado cifras de manera totalmente tendenciosa estos últimos días, para construir una determinada visión de las cosas que nada tiene que ver con la realidad. Son muchos más los que votan que los que se quejan, dicen. Está claro, para ellos, el voto exime de la crítica posterior. "Me has votado, pues te callas". Para mí, precisamente porque somos quiénes les votamos, tenemos el derecho de reprobar cuanto queramos sobre sus acciones. Y más cuando se trata de decisiones que nos afectan directamente. 

Estos son solo un par de ejemplos recientes. Más allá de la anécdota concreta, la realidad del periodismo me preocupa, y mucho. Sé que los medios no son objetivos, que son un mecanismo de construcción social y que son un negocio más, ligados a empresas y con una ideología propia que tratan de inocularnos con la famosa aguja hipodérmica (ha sido acabar la carrera, y los conceptos que creía olvidados han resucitado súbitamente en mi cabeza, ¿será que son más aplicables que nunca?). Aún así, me resisto a pensar que no se puede hacer un periodismo distinto, a título individual, inmune a las presiones y al poder de Don Dinero. Soy consciente de que el idealismo de la reciente licenciatura puede haber minado mi sensatez. Al fin y al cabo, son muchos más medios los que practican el otro periodismo, el sucio, el interesado, el manipulador, el tendencioso, a pesar de que, desde algunas de esas plataformas corruptas, a veces se alcen voces inteligentes que arrojan un rayo de luz sobre el desalentador panorama. 

Y así, sin darme cuenta, me encuentro a menudo cayendo en el pesimismo que aborrezco en otros, y no me queda otra que mirar ese recorte de periódico enganchado con celo a mi pared, para volver a creer, para saber que las cosas se pueden hacer de otra manera. Que se puede informar con responsabilidad, con ética y respeto a la verdad, sin perder el sesgo subjetivo que no sólo es inseparable del periodismo sino que también es necesario para hacer reflexionar al lector, para abrir nuevas vías de entendimiento y no quedarse en las obsoletas cinco uves dobles.

"Ojalá que haya una nueva generación batalladora que demuestre que el periodismo sigue vivo. Que a lo mejor los que estamos un poco muertos somos nosotros".

martes, 14 de junio de 2011

Porras y flores

Entre odas al pobre pepino, que junio por fin vuelve a ser junio, y los últimos coletazos de la actividad política antes del verano, el 15-M va perdiendo fuelle en los medios de comunicación. No es de extrañar. La noticia está donde está lo nuevo y, afortunadamente, el movimiento por la democracia real está durando más de lo esperado. 

Ahora, algunos campamentos están siendo (esta vez sí) voluntariamente desmantelados, y los manifestantes, con opiniones encontradas, recogen sus bártulos, con la seguridad de que eso no implica el final. Otros, como el de Valencia, aún permanecen. El regusto amargo de la carga policial del pasado jueves, cuando los manifestantes se concentraban ante Les Corts, aún pesa en la memoria de muchos. No sé si en la conciencia de los miembros de las fuerzas de seguridad del estado pesará también la culpabilidad de una carga policial desproporcionada que, desgraciadamente, no es la primera. Intento pensar en ellos como personas, como padres de familia, con hijos que acaban de terminar la carrera y no encuentran trabajo, con otros hijos en camino, con hipotecas, con familiares discapacitados y ayudas que no llegan. Entiendo su función social, pero se me ocurre preguntarme si no se podría reducir sin golpear, aunque para ello hagan falta más policías y menos armas.


 

Dicen que ni siquiera sabemos lo que reivindicamos. Y quizá tengan razón. Hay confrontación de ideas, diversidad de propuestas e incertidumbre, mucha incertidumbre. Pero se les escapa algo: sabemos lo que no queremos. Basta con eso para empezar a construir algo nuevo. Sea como sea, nuevas vías de actuación se abren en el horizonte. Y lo cierto es que, aunque todo terminara ahora, y el espíritu "indignado" muriera prematuramente sin dejar rastro, lo cual parece improbable, habría valido la pena. Mientras llega todo lo demás, me queda la esperanza, la sensación de que hemos despertado de un peligroso letargo que es el caldo de cultivo del abuso de poder y del control social.

Puede que los resultados no lleguen pronto, o no lleguen nunca, pero el consuelo de saber que estamos vivos, que no hemos perdido la legítima capacidad de quejarnos, que aún podemos hacer cosas juntos, vale más que nada. Que aún podemos reunirnos en una plaza y gritar todo lo alto que queramos que las cosas no están bien así. Que aún podemos regalar flores a los sicarios enviados por pesos más pesados, cuando saquen la porra a pasear. Que podemos soñar con un mundo mejor, y que nos tachen de utópicos, porque en la utopía empieza el cambio.

Don't wanna see another generation drop, I'd rather be a comma than a full stop.