domingo, 22 de diciembre de 2013

Eñe busca U

Desubicada. Sobrante. Extraña. Diferente. Aparte. Sola. Así se siente la eñe del Scrabble y así nos sentimos todos alguna vez y algunos, todas las veces.

La eñe no pega con casi nada. Para los amantes de ese juego tan sencillo y tan genial, levantar una ficha y encontrarse con la letra patria produce una sensación ambivalente. Porque la eñe es muy difícil de colocar pero, y ahí está la gracia -y la metáfora- vale mucho. Nada más y nada menos que 8 puntazos. Por eso, que te toque una eñe jugando al Scrabble puede ser maravilloso. Y si pillas una casilla de doble letra o triple palabra, ya es lo más de lo más. Jaque mate.

Es como la vida. Uno puede sentirse tan ajeno a todo, tan de más y de menos al mismo tiempo o tan poco combinable como unos pantalones amarillo Piolín. Pero, en realidad, todo depende de la perspectiva, del lugar en el que nos situemos. Del momento, de las circunstancias... Vamos, del tablero.

Porque la eñe, acompañada por un par de amigas vocales, su gemela sin sombrero y la también incomprendida zeta, se convierte en la dulce NIÑEZ. Con la panzuda B, en un relajante y espumoso BAÑO. También puede ser un señor de Aragón, un metal de la tabla periódica, un campo llenito de uvas, eso que crece de un pino o, simplemente, un animalito africano llamado ÑU.


Ñ+U. Media naranja, medio limón. Media langosta a lo Phoebe Buffay. Destino. ¿O casualidad? Confluencia de espacio/tiempo. Un roto para un descosido. Dios los cría y ellos se juntan. Hay muchas maneras de llamarlo, una sola de vivirlo. Creerse esos 8 puntos, buscar las casillas de colores, saltar del tablero si hace falta y esperar la jugada que lo cambie todo. Paciencia, eñes del mundo. Al final, siempre, siempre, siempre, esa partida trabada termina, y otra nueva empieza. Ésa en la que un ÑU puede cambiar completamente el curso de tu realidad.


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