miércoles, 1 de enero de 2014

La vida al revés

Tuya, sinceramente...

No me queda mucho más ya que decir, si acaso despedirme de ti con alivio y, por qué no decirlo, cierta tristeza. Has sido duro, amigo, tanto que me has nublado la sonrisa en muchos momentos, aunque me has recompensado con felicidad pura en otros. He tenido que apretar los dientes, que confiar en que todo saldría bien y, sobretodo, he tenido que fiarme mucho de mí misma. Porque durante muchos meses tú, querido mío, pusiste mi raciocinio contra las cuerdas y lo reduciste a cenizas. Entonces nos quedamos solos mi corazón y yo y, créeme, no fue fácil hacerle caso a ese cretino... Pero bueno, creo que iba a despedirme, y ahí va... Por suerte es un hasta nunca. Por suerte nunca te olvidaré.


Todo acabó como estaba previsto que acabara. Y, sin embargo, me pregunté una y mil veces por qué. Y quise pasarte de largo, olvidarte y enterrarte. Un mal año...


Todo continuó así. Él y yo. Nos tocábamos con los ojos y nos besábamos con las manos. Y fue bueno y malo al mismo tiempo. Fue plácido y perturbador. Y tú, amigo mío, nos dejaste ser. Y existimos algo más de tiempo de lo que debíamos existir.


Todo empezó con un castillo con puente de madera, vigas de papel y cimientos de hormigón. Daba igual cuántas veces se cayera, la estructura parecía inalterable.


Queridísimo 2013...


1 comentario: