miércoles, 5 de diciembre de 2012

Cura de simplicidad

No sólo las pastillas curan. Existen medicamentos naturales mucho más potentes y eficaces que la química. Y no, no hablo de las maravillosas propiedades de las frutas y verduras con las que tan familiarizada estoy últimamente. 

Hablo de miradas que cuidan, abrazos que protegen, manos que cobijan. Rayos de sol que acarician, melodías que reviven, escenas que enamoran. Cuidados del alma, medicinas cotidianas que no encontramos en las farmacias, y menos mal, porque cada vez es más difícil encontrar una abierta en este mundo al revés en el que nos ha tocado vivir. Son medicinas que aparecen en el preciso instante en que las necesitamos. Porque sólo tenemos que querer verlas, y brotarán de la nada, calmando el miedo, el estrés, el rencor, la impaciencia, el dolor, la apatía.

Cosas sencillas. Ahí reside la clave. En lo que se llama una cura de simplicidad. Convertirnos en cámaras de fotos humanas y congelar instantes, sonrisas, momentos felices, y convertirlos en nuestros mejores aliados. Nunca, y digo nunca, se le da suficiente importancia a los detalles, a las pequeñas cosas que nos hacen felices. Y casi siempre, y digo casi siempre, apuntamos demasiado alto, y confundimos metas con ambición, sueños con inadaptación. Nunca hay que olvidar eso de que si quieres lo que tienes, tienes todo lo que quieres. 

Porque hay cosas tan sencillas como un puñado de gominolas en un tarro de pastillas. Cosas mundanas revestidas de originalidad, diversión y magia. 






Porque hoy de los tirabuzones me encargo yo. Y si no quieren salir, no importa. Tenacillas en mano, haré temblar mi lacia melena. Este último párrafo, por cierto, se lo dedico a mi rubia favorita (ella ya sabe quién es, y esas cosas...).


1 comentario:

  1. Y tu rubia preferida te da las gracias. Infinitas gracias por enseñarme el valor de una verdadera amistad. Y por demostrarme que siempre estarás a mi lado si te pido que vengas.

    No sé cómo lo haces, Nuria, pero lo describes a la perfección. Me encanta la composición química: algo de sonrisas, de un abrazo de los de verdad y muchas caricias de rayos de sol. Como las de este fin de semana.

    Pero cuando sea feliz, que lo seré, querré que estés conmigo también. ¿Lo sabes, verdad?

    PD. Me debes una peli de zombis. He dicho.

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