miércoles, 16 de octubre de 2013

1.385.423

He contado tantas veces nuestra historia que ya no sé si me la invento. Ya no distingo mis recuerdos reales de las imágenes creadas y recreadas mil veces en mi cabeza. Ahora pienso... ¿Y si me hubiera equivocado tan sólo en un pequeño detalle la primera vez que lo recordé? Después vendría la segunda, la tercera, la décima, la quinientas, la un millón trescientas ochenta y cinco mil cuatrocientas veintitrés. Y hoy, esa mentira casual, inocente, quizá favorable o quizá no, se habría convertido en la verdad. ¿Es cierto que me dijiste que me querías? ¿Supo así de bien ese primer beso? ¿Estaba tan nerviosa aquel día en la playa? ¿Llegué a odiarte, a sentir de verdad toda esa amargura?

No sé. Ya no distingo tu voz de mi propia voz contándolo a los demás, pero sobretodo, contándomelo a mí misma. Al final y al cabo, eso es lo que soy: una contadora de historias, y mi destino ya estaba escrito entonces. Cada vez que lo pensaba, que pensaba en ti, me contaba esa historia. Tan romántica, tan maravillosa, tan enorme, tan divina y tan poco terrenal. Tan horrible, tan incierta, tan cruel, tan... dolor. 

Mis libretas están llenas de esas historias. Las escribí entonces. No a tiempo real, claro, pero... ¿cómo iba a olvidar lo suave que era tu piel en tan sólo unas horas? ¿Cómo iba a inventarme el dolor que certifican los manchurrones emborronados de tinta? Era mi historia y así la conté.

Puede... Puede que sólo haya una manera de vivir, y sea viviendo el momento. Puede que en el preciso instante en que pasa un instante, todo lo que venga detrás lo desvirtúe. Los pensamientos propios, los comentarios ajenos. La vida que sigue y no espera a nadie ni a nada. Puede que sólo estemos realmente vivos cuando actuamos: cuando besamos, cuando reímos, cuando lloramos, cuando somos nosotros, aquí y ahora. 

Puede que el recuerdo como los sueños, como una trampa, a veces necesaria, para apartarnos de ciertas cosas. Para envenenarnos si salió mal o para endiosarnos si salió bien. Los recuerdos son importantes, nos configuran, nos dignifican. Pero es importante no refugiarnos ni confiar demasiado en ellos. Puede, tan sólo puede, que todo empezara con un pequeño detalle equivocado repetido un millón trescientas ochenta y cinco mil cuatrocientas veintitrés veces. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario