sábado, 13 de abril de 2013

El tramposo señor del bigote

-¿Cómo puedes saber si estás haciendo lo correcto? Es tan difícil a veces...

- Es más fácil de lo que parece. Cuando sientas que no entiendes nada, entonces estarás obrando correctamente.

- ¿Cómo? ¿Cómo puede ser?

- Bueno... Nos obsesionamos con medirlo todo, con pensar con el cerebro, que es muy útil cuando se trata de cosas lógicas. Pero el amor es ilógico. Emplear el cerebro para entender y guiarnos en el amor, es como utilizar un cincel para pintar un óleo. No es la herramienta adecuada.



- Mmmm... Ya, sí, pero escuchar sólo al corazón es un comportamiento totalmente kamikaze e irresponsable. Las emociones falsean la realidad. 

- Pues no sé, yo más bien creo que hemos atribuido al cerebro el aspecto de un tipo serio, con bigote y corbata, que no se deja engañar, que lo tiene todo atado y bien atado, mientras que al corazón nos lo imaginamos como una niñita malcriada, llorona, caprichosa y, sobretodo, muy cabezota. No sé, a veces me pregunto por qué tiene que ser así. Por qué a lo que nos dice uno tendríamos que darle más valor que a lo que nos dice el otro. ¿Qué pasaría si el corazón, que es sin duda el instrumento adecuado para entender el amor, nos gritara la verdad y, nosotros, estuviéramos perdiendo el tiempo escuchando la tramposa voz de la razón, que sólo nos quiere confundir? 

- Entonces el corazón sería como el protagonista paranoico de una película al que los malos quieren encerrar en un psiquiátrico, al que nadie cree, salvo el espectador, que sabe toda la verdad.

- Pues eso.

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