lunes, 4 de junio de 2012

De luchas y revisiones internas

Tengo 23 años, 9 meses y 8 días. Y hasta hace poco, las ideas claras, incluso rígidas, mucho más de lo que cabría esperar en una veinteañera enamorada de la vida, optimista por naturaleza, y que ha visto a su adolescencia transmutarse en juventud entre canciones de amor, novelas rosas, comedias sensiblonas y escenas románticas en bucle de series que sin duda, marcaron una época para mí .

Y sin embargo, nunca ha sido lo mío lo de lanzarme a los brazos del amor así, a lo loco, solo porque el corazón lo manda. Nunca ha sido lo mío acatar sin rechistar las órdenes de ese órgano al que atribuimos los sentimientos, y que es sólo una víscera más (bueno, una bastante importante) de nuestro perfectamente imperfecto cuerpo. Yo siempre le he pedido explicaciones: ¿por qué esto?, ¿por qué lo otro?, ¿y esto a qué viene?, ¿pero qué me estás diciendo a estas alturas?...

Otras veces he sido menos incisiva con él, y me he limitado a consolarle cuando lo ha necesitado. "No sufras, que todo pasa", "ya queda menos", "no te preocupes, ya nadie volverá a hacernos daño". 

El caso es que, para bien o para mal, esa voz (la voz, mi voz) que atribuimos a nuestra cabeza, nuestro cerebro, que no es sino otro mero órgano más (bueno, uno bastante importante...), siempre ha estado ahí. A veces más alta. Otras, apenas un susurro quebrado por la angustia. Pero nunca, hasta hoy, me había abandonado.

Hoy la busco y no la encuentro. La llamo y no aparece. Y mientras, mi corazón (o cómo diría Joey Tribbiani utilizando los sinónimos de un procesador de textos, "mi gran músculo aórtico"), grita más que nunca. No se calla, berrea sin cesar cosas que no quiero escuchar, porque son mentiras, mentiras, mentiras que no he de creer. Mentiras que espero, sin éxito, a que mi cabeza acalle con un "pero cómo puedes ser tan ingenua...". Y nada, que mi cabeza ya no dice nada. ¿Estará de huelga por la crisis? ¿Se habrá cansado de asistirme después de tantos años de sobreesfuerzo, de consultarle a cada paso, a cada decisión? ¿Se habrá conchabado con mi corazón, contra mi?

Y así es como con mis 23 años, 9 meses y 8 días, las circunstancias me obligan a reformular todo lo que he construido desde que conocí la complejidad. Desde que 1+1 dejaron de ser 2, y la realidad empezó a enrevesarse mucho más allá de la idílica ficción de los libros, canciones y películas. La experiencia me obliga a girar la vista atrás y entender que, quizá ser así estuvo bien para entonces, para un momento en qué necesitaba encontrarme a mi misma desde la paz del pensamiento, no desde las emociones de los sentimientos. Pero hoy, hoy puede que todo haya cambiado, y estos días de lucha interna e incertidumbre, sean solo el principio de una nueva moraleja, una nueva manera de entender las cosas, que puede cambiarlo todo para siempre. 

Mientras tanto, la lucha interna sigue, agotando mis fuerzas por momentos... 

¿Quién ganará? 




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