martes, 14 de junio de 2011

Porras y flores

Entre odas al pobre pepino, que junio por fin vuelve a ser junio, y los últimos coletazos de la actividad política antes del verano, el 15-M va perdiendo fuelle en los medios de comunicación. No es de extrañar. La noticia está donde está lo nuevo y, afortunadamente, el movimiento por la democracia real está durando más de lo esperado. 

Ahora, algunos campamentos están siendo (esta vez sí) voluntariamente desmantelados, y los manifestantes, con opiniones encontradas, recogen sus bártulos, con la seguridad de que eso no implica el final. Otros, como el de Valencia, aún permanecen. El regusto amargo de la carga policial del pasado jueves, cuando los manifestantes se concentraban ante Les Corts, aún pesa en la memoria de muchos. No sé si en la conciencia de los miembros de las fuerzas de seguridad del estado pesará también la culpabilidad de una carga policial desproporcionada que, desgraciadamente, no es la primera. Intento pensar en ellos como personas, como padres de familia, con hijos que acaban de terminar la carrera y no encuentran trabajo, con otros hijos en camino, con hipotecas, con familiares discapacitados y ayudas que no llegan. Entiendo su función social, pero se me ocurre preguntarme si no se podría reducir sin golpear, aunque para ello hagan falta más policías y menos armas.


 

Dicen que ni siquiera sabemos lo que reivindicamos. Y quizá tengan razón. Hay confrontación de ideas, diversidad de propuestas e incertidumbre, mucha incertidumbre. Pero se les escapa algo: sabemos lo que no queremos. Basta con eso para empezar a construir algo nuevo. Sea como sea, nuevas vías de actuación se abren en el horizonte. Y lo cierto es que, aunque todo terminara ahora, y el espíritu "indignado" muriera prematuramente sin dejar rastro, lo cual parece improbable, habría valido la pena. Mientras llega todo lo demás, me queda la esperanza, la sensación de que hemos despertado de un peligroso letargo que es el caldo de cultivo del abuso de poder y del control social.

Puede que los resultados no lleguen pronto, o no lleguen nunca, pero el consuelo de saber que estamos vivos, que no hemos perdido la legítima capacidad de quejarnos, que aún podemos hacer cosas juntos, vale más que nada. Que aún podemos reunirnos en una plaza y gritar todo lo alto que queramos que las cosas no están bien así. Que aún podemos regalar flores a los sicarios enviados por pesos más pesados, cuando saquen la porra a pasear. Que podemos soñar con un mundo mejor, y que nos tachen de utópicos, porque en la utopía empieza el cambio.

Don't wanna see another generation drop, I'd rather be a comma than a full stop.


No hay comentarios:

Publicar un comentario