sábado, 21 de abril de 2012

...Que todo vendrá

No hay nada peor en el mundo de los sentimientos, sensaciones, ideas y sinsabores que la preocupación por cosas que aún no han sucedido y, quien sabe, quizá nunca sucederán. Dicho así, parece absurdo. Nadie, ni siquiera el periodista más ávido, se pregunta qué noticia abrirá el telediario dentro de cinco años. Ni qué canciones nuevas sonarán, y cuáles de las viejas seguirán sonando. Nadie puede vaticinar la moda que copará las pasarelas dentro de varios años, ni que nuevas fincas construirán en nuestro barrio.

Sin embargo, nuestro futuro nos atormenta. ¿Dónde estaré dentro de cinco años? Y suele ser el lustro la unidad de medida más empleada, porque mirar más allá nos da auténtico pavor. Nos preocupa el futuro, el cercano, porque el lejano es demasiado incognoscible, y Dios sabe que tragedias y vejeces aguardará. Pero claro, lo que pasará el mes que viene, al otro, y al otro, y al año siguiente... nos quita el sueño. Familia, trabajo, amor... Y es que cuando la soga de la incertidumbre aprieta, es inevitable viajar a otros tiempos.

A veces, al tiempo pasado. Error. Porque el pasado, pasado está. Y su estela solo debe servirnos para coger impulso tras una breve ojeada, nunca, nunca, permanente. 

A veces, al tiempo futuro. Error. Porque el futuro es impredecible, inexcrutable y depara tantas sorpresas que conocerlas hoy, incluso si eso fuera posible, nos causaría un daño irreparable. E intentar inútilmente descifrar lo que nos depara la vida, es una perdida de tiempo... y de energía.

¿Qué nos queda pues? Esa vieja y manida filosofía del "carpe diem" que es, a mi juicio, la manera más inteligente, valiente, aunque nada fácil, de afrontar la vida. Porque no hay nada más importante que sentirse feliz hoy. Que quién somos hoy. Que tener claro a donde queremos ir y no obsesionarse con llegar. Porque al final, sea lo que sea, todo llega. Y la ausencia de resolución, también es un final.




Lo que hoy se te escapa, no vuelve jamás.
No busques más, que todo vendrá.

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