jueves, 1 de marzo de 2012

Muse

Y de repente, vuelve. Igual que se fue, regresa a tu vida y lo llena todo de colores. De emociones, de sensaciones vagas no siempre identificadas, que te hacen sentir viva.

Inspiración, musas... llámese como se prefiera. En realidad, casi es una ofensa intentar acotar con el lenguaje algo tan inmenso como la inspiración. Esa sensación embriagadora, mágica, chispeante, que enciende los sentidos. Una flor en la ventana, un antiguo espejo desvencijado, una escena costumbrista dibujada en un lienzo, una historia que te contaron ayer, la semana pasada, o hace mucho mucho tiempo que, de pronto, las musas devuelven a tu memoria. Una flor pisada en el suelo. Una vela recién apagada, aún humeante. Una voz amiga. Una historia con la que te topas entre las páginas de un libro. Un paseo nocturno por la ciudad iluminada. Un viaje onírico a aquel lugar, gracias al poder de la imaginación. Todo eso y mucho más es la inspiración. Una intensidad, una fuerza invisible que prende tus ideas. Y de repente todo es interesante a tu alrededor. Una silla, un zapato, unas uñas esmaltadas, la taza del váter, el rabo de tu gato moviéndose a un lado, y a otro. A un lado, y a otro. 

Y quieres darle rienda suelta. Darle forma a tanto con lo poco que son unas líneas escritas a contrapie, de cualquier manera. Nada de rituales bohemios. Y al final, ante el lienzo en blanco del papel, encuentras tanto que decir y no sabes por donde empezar, que terminas hablando de ella: la inspiración. Porque bastante ha hecho en volver a ti. Y eso, solo eso, ya merece estas líneas.




Que dure.